Suaves puertas de papel fabricados en seda, decoradas a mano con extremo cuidado, con elegancia y minuciosidad, era una sinfonía de acordes los que cautivaban mi alma, habíamos terminado nuestro lugar del placer, todo al detalle, cuidando cada material, cada adquisición, cada rincón, y allí estaba bajo mis ojos todo aquello que tanto había deseado , en esos momentos solo pude sacar un pequeño suspiro desde lo más profundo de mi ser.
Una casa grandiosa perdida en un recóndito lugar, donde el acceso a ella era totalmente tenebroso, un camino estrecho sin terminar, accesos de tierra en ascenso, arbolada espesa a ambos lados, intentando retener lo que pasaba por el fatal lugar, vegetación espesa y colmada. Conforme se avanzaba por él trayecto se hacía densa la visión, no te dejaba respirar la oscuridad que se formaba, pero era nuestro hogar, para nuestro disfrute, para nuestro goce, un lugar donde nos podíamos esconder y dar rienda suelta a nuestra imaginación.
Estaba delante de aquellas puertas y a El lo tenía justo detrás, pegado a mi cuerpo, como siempre que estaba cerca de mí, Sus manos taparon mis ojos con un pañuelo de seda color rojo, a partir de ese mismo instante ya no podría ver nada más, hasta que El tomara la decisión. Comenzaba una de las sesiones más deseadas entre ambos, la habíamos preparado con mucha cautela, organizando aquella estancia con un gusto exquisito, era nuestro Chatteau Japonés. Abrió las hermosas puertas y entramos, iba dirigida por El, Sus Pasos eran los míos, tal como yo siempre deseaba, como así queríamos ambos, me situó en medio de la habitación, comenzó a desnudarme delicadamente, quitó mi camisa con extrema dulzura, botón a botón, rozando todas Sus yemas por mi cuerpo, sin prisa, con pausa, deleitándose de tal evento, nuestras respiraciones eran cada vez más notorias, y nuestro placer exquisitamente escandaloso. Bajó la cremallera de la falda y tal como El había ordenado quedé en total desnudez, Le Excitaba que fuera sin ropa interior, totalmente dispuesta a El en cualquier momento, en cualquier lugar, a cualquier hora.
Comenzó a efectuar un shibari con una cuerda fabricada en seda color rosa era el color de la flor del cerezo, pausadamente comenzó a confeccionarlo, es un arte japonés de una belleza inmensa, con mucha dificultad, donde lleva mucho tiempo para realizarlo, procedió a vestir mi piel con tan exquisita y hermosa cuerda.
Alcé la vista y pude ver Su Rostro, tan cerca de mí, que no me dejaba respirar ni pensar, perdía los sentidos cuando estaba con Él. Sus manos pararon y las note en mi vientre mientras nos mirábamos fijamente a los ojos, ojos llenos de lascividad y deseo, introdujo en él Su juguete favorito unas bolas japonesas vibratorias a pilas, con diferentes intensidades y unidas por una fina cadena de plata, donde de ella salían pequeños cascabeles, era un placer tan inmenso, Sus manos, la cuerda, Su respiración todo producía un adagio en mi mente, El me vuelve loca, no puedo remediarlo.
Alcé la vista y todo estaba en su sitio, las paredes forradas de papel pintado con motivos florales, las litografías uyiko-e eróticas con una armonía impecable, son fascinantes, a la izquierda de la habitación colgaba la barra fabricada en madera de nogal, donde se exponían escrupulosamente los kimonos de diferentes tamaños y telas, el armario en madera de cerezo forrado con papel en su interior, un armario muy valioso ya que la mercancía que contenía era exclusivo para nuestro placer mutuo, la sección de fustas, gatos, látigos , un cajón para los antifaces, otro lugar para las cuerdas, consoladores, dildos, plugs ect era maravilloso verlo totalmente abierto, pudiendo valorar todo el encanto y misterio que escondía aquel lugar. A la derecha estaba su sillón, nada que ver con la decoración, pero se había ubicado a conciencia, a El le gustaba mirarme, y sería exclusivamente para eso. En el centro de la habitación pegado a la pared el tatami para descansar. Habían muchas más cosas, un aparador para la lencería, ubicada por colores, formas y modelos, confeccionó un potro forrado con uno de los kimonos, todo era de una exquisitez asombrosa, todo era concordancia, música, muebles, hasta El, era concordancia, Era meticuloso, sencillo ordenado y extremadamente sensual.
Estaba a punto del éxtasis mientras miraba con atención todo lo que existía a mí alrededor, por fin había terminado el shibari, mis manos ya estaban atadas a mi espalda, cubría mi cuerpo desde mi cuello hasta las ingles, dejando los accesos al descubierto, para Su goce y placer exclusivo, era Su geisHA.
Eligió un kimono nupcial color blanco con colibrís dorados, bordado manualmente, y me susurró al oído, es nuestra noche, nuestra primera noche de vida en común, te debo un desayuno, no puedes alcanzar el placer de momento, ahora no, debes aguantar. Me tumbó en el tatami y sacó las bolas de mi vientre. Aquella noche fue especial, no pude dormir, El me abrazaba cariñosamente, rozaba sus yemas por debajo del kimono, no me dejaba, entre las cuerdas, el kimono que pesaba mucho, y Sus manos junto con Su respiración era toda una tortura, mi cuerpo temblaba de placer, subían y bajaban mil sensaciones por el interior de mi cuerpo, iba a estallar en cualquier momento, y El Lo Sabía. De pronto se levantó, y me puso boca arriba, lo oí trastear pero no podía ver nada estaba totalmente oscuro, solo sonaba la música, estuvo toda la noche sonando, era Su tortura particular, no dejarme dormir, sentir, vivir ese momento, ese maravilloso acontecimiento. Comenzó a acariciar mi cuerpo con cubitos de hielo, una y otra vez, para que mi exaltación se fuera apaciguando, pero era inevitable, eso lo estaba acentuando mucho más. De pronto le dije
- mi Señor qué hora es?, El Contestó las 6. En mi mente se produjo la sensación de que el tiempo no pasaba, era como si me hubiera paralizado en un punto en concreto, donde las sensaciones eran mi razón de existencia.
- Mi dulce maiKO disfruta de los placeres que se nos otorgan cada instante, saboréalos, siéntelos, vívelos.
- Quieres desayunar?
- Asentí con mi cabeza, llegaba la hora de tal ansiado momento.
Me incorporó, y comenzó a desatar el shibari, con lentitud, sin prisa, observando cada mueca en mi rostro, cada suspiro, cada ademán, me besó, acarició con Sus dedos cada surco marcado en mi piel como si de un mapa se tratara, para El era hermoso contemplar los tonos rosados que la cuerda había sido capaz de dejar en mi piel.
Tocaron la puerta, se abrió y colocaron una bandeja en el suelo. Había dos tazas de café, con tostadas y mermelada de frambuesa. El desayunó y se acostó de nuevo, yo seguía esperando, mirándolo fijamente, me era imposible apartar la vista de sus hermosos ojos, impasible al tiempo, centrada , y sumergida en Sus deseos, mis deseos. Hubo un silencio largo, no puedo recordar cuanto tiempo, pero fue largo o por lo menos así me pareció, donde Sus palabras volvieron a romperlo,
- Coge la bandeja, ponte unos getta y ven hacía mi
Sigilosamente la cogí, y como de una geisha se tratara con pasos cortos y silenciosos avancé hasta El, me senté encima de Su cuerpo y apoyé la bandeja en Su pecho. Su virilidad ya era notoria, la estaba sintiendo dentro de mí, como un dulce helado que te llevas a los labios. Debía comerme el desayuno entero sin dejar nada, el zumo, el café y las dos tostadas, no debía dejar nada, si así sucedía, aplicaría su mayor tesoro, una fusta trenzada de cuero negro, traída expresamente de Escocía, que aún no había utilizado y que prometía mucho por su gran valor.
El comenzó a moverse dentro de mí, sujetando mis caderas, y apretándome contra Él, el zumo quedó salvado, había conseguido bebérmelo, pero mi excitación me decía que esa bandeja iba a durar muy poco en el lugar en que estaba, me tomé el café ahora como pude, era algo sobrecogedor, me embestía una y otra vez, con fuerza y brusquedad, para pasar a la delicadeza más extrema, mis movimientos cada vez eran mucho más pronunciados, movimientos rotatorios constantes, no pude terminar el desayuno, cayó la bandeja , y El paró en seco.
Me cogió del pelo fuertemente y me llevó hasta el potro arrastrándome por el suelo , me ató a el por las muñecas y tobillos con las correas de cuero apretándolas fuertemente, levantó el kimono hasta mi cintura, para dejarlo caer sobre mi espalda, pesaba mucho, pesaba demasiado, totalmente inmovilizada, estaba dispuesta, atada, excitada.
Comenzó a sodomizarme, una y otra vez, con golpes secos, notaba como su pelvis se apretaba a mis nalgas, una y otra vez sin parar, sin descanso, mientras de vez en cuando dejaba caer su inmensa mano en ellas, me producía dolor, excitación, Su perra estaba reaccionando De pronto Se apartó se alejo, iba a por su tesoro, fue a por la fusta. El se paseaba de un lado a otro, recordándome que no había conseguido mantenerme en algo que me había pedido, por ello iba a ser castigada.
La primera rozó levemente mis muslos, una, otra, y otra, descansaba el amasijo de cuero sobre mi hasta que perdí la cuenta de los que llevaba, yo estaba excitada, una cosa era haberlo imaginado y otra muy distinta sentirlo en mi piel, sentirlo a Él. Fueron muchos fustazos, entre ellos sus dedos se introducían en mi vientre para follarme con ellos, perdí la noción, no podía ubicar un sentido para cada cosa que estaba realizando.
Mi excitación comenzó a subir a escalas muy grandes Yo aún no había desatado mi pasión, no podía, no debía. Con la fusta acariciaba las nalgas sentía placer. De pronto paró en seco para ponerse delante de mí, comenzó a follarme la boca, al compás que me daba con la fusta por cada empujón que me daba, la introducía totalmente, con brusquedad en mi boca , mientras me decía con voz baja.
- Mi pequeña perra maiKO…….. mi pequeña perra maiKO,
Su verga llegaba hasta mi garganta sin cesar, tenía la boca bien abierta , hasta que Su placer brotó sobre mí, recorrió mi boca con ella, golpeó mi cara, me estaba humillando. Estuve un buen rato atada al potro, mientras El se sentó a leer la prensa, mi coño estaba excitado, allí estaba yo con las piernas abiertas, sin poder correrme, deseando que me tomara otra vez.
Se levantó después de mucho tiempo y Soltó las correas, me liberó, con mucha suavidad volvió a cogerme, para pasar a Sus manos y propagarme el placer mas inmenso que haya sentido, rompí de deseo y lujuria,…..
Cuando terminamos me susurró al oído
Jamás apuestes nada conmigo, soy y seré Tu Dueño , por lo tanto siempre ganaré mi querida maiKO……. Deseas volver a apostar de nuevo?
Lo miré a los ojos fijamente, y con desafío contesté:
- Por supuesto, “ de momento ha Ganado Vos, pero quién sabe mañana que sucederá……..” ohayau gozaimasu shiham, jaa mata ashita….. y sonreí